Música

La música siempre ha estado presente en mi vida, a pesar de que a muy temprana edad estuve a punto de quedarme sordo.

Todo inicia con el gusto por la música clásica de mi padre o el rock rebelde y de protesta de los 70s de mi madre, aunque luego de que formaron su familia a ambos les pegó el gusto de adultos responsables, aburridos y con oído de artillero, con gustos como música ranchera (mi padre) y Rocío Durcal y similares (mi madre). También se sumaron los gustos de mis hermanas; la mayor, adolecente y rebelde, con Iron Maiden y el clásico Number of the Beast, que luego cambió radicalmente a Bee Gees y Michael Jackson, o Luis Miguel y Miguel Bosé (muchos Migueles); y el gusto pop plástico de mi otra hermana, con Parchís, Timbiriche y Magneto (dios bendito).

Esa amalgama de estilos estuvo presente durante toda la década de los 80s. Mientras yo escuchaba a los pitufos y el rock electrónico que salían en las películas de acción de esa década, aderezado con todo el movimiento de Rock en tu idioma de finales de los 80s, cuando el gobierno levantó las restricciones sobre el rock (que por desgracia tanto daño le hicieron al rock nacional por décadas) luego de Avándaro y el «degenere» que se formó en ese festival, con todo y su encuerada. Pero fue hasta que salí de la secundaria y entré a la prepa, empezando lo que vendría siendo la mejor década que ha existido en todo el mundo y muy en un particular en México y en el ranchito polvoriento en el que malvivo.

Luego de Rock en tu idioma, llegó el Rock nacional, comandados por bandas que al principio se convirtieron en punta de lanza y que luego se convirtieron en cartuchos muy quemados. Hablo de Caifanes y La Maldita Vecindad y los hijos del 5to patio, seguidos por La Lupita, La Castañeda, Santa Sabina y muchas bandas más. Durante poco más de media década salieron discos que son ya considerados clásicos del rock nacional. No se apagó por completo, de ahí siguió la ola del Norte con Control Machete por delante y un montón de bandas de Ska y demás que, como bien dije, venían del Norte, Monterrey principalmente. Al mismo tiempo alguien me presentó a Pantera con su Far Beyond Driven, y se convirtió en mi banda favorita. Además de Metallica, Megadeth y otras bandas de metal.

Empezando los dos miles, siguió la etapa del mp3 y de descargar a través de Megaupload, luego del auge y caída de servicios como Napster y Limeware, que se terminaron convirtiendo en cultivo de todo tipo de virus y troyanos. Megaupload abrió el paso a todos los servicios de descarga. Cuando Megaupload cayó, estos últimos perdieron fuerza, dando paso a lo que actualmente se destila, los servicios de Streaming, que en lo particular se me hacen muy malos y obviamente se han visto influenciados por la tecnología y cómo es que se distribuyen. Pero no nos desviemos, que estamos hablando de música.

Conforme el tiempo fue pasando, seguí explorando, buscando nuevos sonidos y maneras de hacer música. Aparecieron el ska, el surf, el reggae (muy poquito de este último), aunque lo mío es el metal; encontré el trash, speed, power, doom y mucho de Southern, ya saben, esa manera redneck o hillbilly de hacer música de los gringos. Y así como iba pa’ delante del tiempo, también iba yo pa’ tras, encontrando el góspel y el rock clásico, además de rebuscar en los primigenios del metal, Led zeppelín y Black Sabbath, que son básicos e infaltables. Y rebuscando más orígenes como el blues y el country, encontré cosas tan raras como el dark country, el rockabilly y sus derivaciones tan curiosas. También me fui por las ramas encontrando algunas cumbias, como la cumbia shisha, la psicodélica y el curioso movimiento de la electrocumbia o la cumbia electrocuántica de México.

Actualmente el ritmo de búsqueda se ha alentado mucho, esta nueva generación con el reggaetón y toda esa basura salida del basurero de Estados Unidos, Puerto Rico, además de la nueva ola de raperos gringos, le han venido a dar en la madre muy feo a la música. La industria y los servicios de streaming están matando a muchos géneros y subgéneros, enfocándose en lo comercial, en lo fácilmente digerible, que está tan bien representado por Despacito (que nunca he escuchado, por cierto) sumándole el Chacarrón, Scooby Doo Pa Pa y demás porquerías que se hacen virales.

Una vez más, actualmente, en mi discoteca tengo más de 40 mil canciones en mp3, flacc y demás formatos similares, el ritmo de búsqueda y descubrimientos de nuevas bandas se ha alentado y complicado. Ya no hay buenos vocalistas, el Auto-Tune hace que cualquiera se crea cantante, apoyado por apps como TikTok e Instagram que los hace virales y famosos; ya no hay músicos versátiles, todo lo hacen desde una consola y con beats básicos, que todos usan y repiten hasta el cansancio.

No quiero que parezca que lo estoy diciendo desde la trinchera de la edad o que sueno como viejito amargado, lo digo como melómano, como alguien que ama y disfruta de la música bien hecha y por bandas que no se quedan estáticas y que no son llamaradas de petate.

Entonces, me gusta la música, la disfruto mucho, y si quieren conocer buenas canciones, buenas bandas y buenos discos, acérquense que se pasarán un buen rato. En este blog encontrarán videos que subo diario, tratando de no repetir. Y si quieren sugerencias, pregunten sin miedo.

A modo de postdata, lo único que no encontrarán es a los Beatles, no me gustan, son una banda muy sobrevalorada, he dicho. Y si quieren que nos agarremos a golpes por eso, digan dónde y cuándo (no es cierto).