Entrega 5

Intentó subir la barda con nulos resultados. Estuvo así durante varios minutos hasta que terminó cayéndose, dándose un fuente sentón. Estuvo a punto de rendirse cuando del otro lado de la banqueta vio a un albañil en bicicleta que se había detenida a ver las peripecias de Valeria al intentar escalar la barda. Al verlo, le hizo señas que se acercara, el albañil obedeció de buena gana.

– Ayúdame a bajar eso ¿no? – dijo Valeria señalando el resto del vestido.

El albañil vio la tela colgando del árbol, luego volteo a verle la cara y bajando la vista al pecho. Ella siguió la mirada, viendo el objetivo para luego soltar un resoplido. Acto seguido se levantó la camiseta, dejando todo al descubierto para la delicia del albañil que hasta abrió la boca, en el cliché de que se le caía la quijada por la belleza se veía frente a él, hizo un intento de estirar la mano para tocar aunque fuera el pezón, Valeria se vio mas avispada, dando un paso hacia atrás, bajándose la camisa.

– Si nomas vas a bajar el trapo ese, no a ponerme casa – lo regaño, al ver el cambio de expresión del albañil, tuvo que ceder un poco – bájalo y ya vemos que pasa, le sonrió y guiño un ojo.

El albañil se apresuró a apoyar la bicicleta en la pared, para usarla al escalar, llegando a la cima en menos de un segundo, así de fácil, buscó la rama más gruesa y próxima que pudiera soportar su peso y que lo acercara lo suficiente a el vestido.

Menos de un minuto después, colgándose de la rama, el albañil aterrizó frente a Valeria, quien le arrebató el vestido. Lo revisó con detenimiento, comprobando sin lugar a duda de que si era el que recordaba haber comprado, lo reconoció por los restos de la etiqueta que le arrancó el mismo día que salió con el violador, le picaba el costado. Eso la desconcertó y mucho. Con él en mano emprendió el camino a casa, necesitaba un lugar donde pudiera sentarse y ordenar sus pensamientos, dándole  un sentido a todo, el que fuera, uno que no le provocara un dolor de cabeza y de estomago como los que empezaban a sentir.

Fue detenida por el albañil.

– ¿No se le olvidaba algo? – preguntó, volviendo a ver al pecho de ella.

– Ah sí – respondió Valeria, levantándose la camisa de una manera totalmente despreocupada, dejando que el albañil le agarrara sus senos con total impunidad.

Todo duró un par de minutos, en los que Valeria solo podía pensar en el vestido y en lo que significaba. Fue sacada de su concentración por una punzada de dolor, proveniente de uno de sus pezones. Al ver que sucedía, se topó con que el albañil ya estaba bien colgado de este, mamando como si fuera niño chiquito, hasta que la mordió.

– ¡Óigame! – Valeria, empujándolo, provocando que el albañil tropezara y cayera al piso de nalgas, justo como ella había aterrizado minutos atrás – no sea manchado, ya le dije que ni que me fuera a poner casa – agregó, sobándose el pezón, acomodándose la camiseta.

Se dio la media vuelta, empezando a caminar hacia la casa, se había enojado por lo hecho por el albañil. Los hombres siempre queriéndose pasar de lanza, una les da la manos y ellos agarran las chichis, nalgas y demás, pensaba, mientras se alejaba del albañil quien le alcanzó a gritar de cosas mientras que retomaba su camino original.

Valeria habría caminado un par de cuadras de las cinco más que tendría que avanzar de regreso a casa, cuando sucedieron dos cosas. Aunque seguia refunfuñando sobre lo sucedido con el albañil, su mente regresó al vestido que sujetaba con fuerza en su mano izquierda. Primero vio el vestido, todavía tratando de darle una explicación. Se lo llevó a la nariz, olía en su mayor parte a polvo, pero todavía tenía un dejo de olor a su perfume, ese a base de vainilla que tanto le gustaba, definitivamente era suyo. Segundo, al levantar la vista, viendo hacia ambos lados de la calle con la intención de cruzarla y seguir su camino, luego de que se quedara de pie en la esquina durante algunos segundos, concentrada en el asunto de su prenda de vestir. Fue cuando lo vio. El vagabundo de la parada de camión, el que parecía ser el jefe del grupo de similares, el que sostenía la pequeña  caja con el frijol mágico que fue arrojado a su sangre en la cubeta, donde se creó el tentáculo que la atacó.

– ¡EY! – gritó Valeria al verlo. El vagabundo era alguien que siempre estaba quieto junto a una parada de camión, el gobierno había puesto estas estructuras techadas por toda la ciudad para que la gente se pudiera proteger de las inclemencias del clima y pudieran sentarse en lo que el camión urbano pasaba en las múltiples rutas que existían en la mole urbana. El hombre, que parecía estar en sus 30’s o 40’s era inofensivo, solo se quedaba de pie junto a esta parada en particular y veía la vida pasar, no haciendo nada mas, no hablaba, ni interactuaba con nadie que por ahí pasara, solo estaba ahí de pie.

Valeria pasaba por esa parada todos los días cuando iba a la preparatoria y no tan constantemente luego de dejarla y dedicarse a vender su cuerpo, nunca le dio demasiada importancia, era simplemente un loquito mas de los que vagaban por la ciudad, como otros tantos. En esos momentos se encontraba muy lejos de su parada de camión habitual. Cosa que era rara, tal parecía que el vagabundo estaba vigilándola – cabrón, ¡espérate! – agregó Valeria, para empezar a correr tras de él. No fue cosa fácil, pocas veces en su vida había echo ejercicio, y mucho menos andando sin ropa interior. Se sujetó los senos con fuerza, evitando el excesivo bamboleo, mientras corría lo más rápido que podía, soportando el dolor de las piernas que no estaban acostumbradas al esfuerzo que eso significaba.

El vagabundo al verla correr hacia él, empezó la graciosa huida. Valeria se sentía ridícula en su intento de correr y alcanzar al vagabundo, que parecía que estaba jugando al «alcánzame si puedes», ya que se detenía a esperar a que ella avanzara y se acercara lo suficiente, para correr de nueva cuenta, poniendo distancia de por medio, solo la suficiente para que Valeria siguiera la persecución. Por su parte Valeria no podía respirar bien y las piernas no daban para mas, desde la primera cuadra, como llega a suceder, pensó en ponerse a hacer ejercicio y tener algo de condición física y no estar haciendo el ridículo en esos momentos, una promesa que obviamente no cumpliría, lo suyo era pasar los días comiendo, viendo televisión y teniendo sexo con extraños por dinero, además de subir a internet videos y fotos eróticas y otros tantos descaradamente pornos, como cuando se masturbaba y/o era penetrada, siempre mostrándola a ella, nunca al susodicho en turno, solo tal vez su vientre y miembro.

A pesar de todo, Valeria siguió corriendo y persiguiendo al vagabundo  durante varias cuadras, deteniéndose de tanto en tanto para tratar de recuperar fuerzas y el aliento, limpiándose el sudor del rostro con el pedazo de vestido que lo seguía sujetando con fuerza en su mano.

Valeria vio como el vagabundo entraba en lo que parecía un baldío, un terreno donde habían empezado a construir, dejando la obra a medias, con ladrillos pelones que se desgastaban con el tiempo. Valeria llegó hasta ahí, la barda era más de tres metros de altura, tapando el interior del exterior. La entrada era una puerta de acero oxidada cerrada por una pesada cadena, que la cadena no tenia candado, la puerta en realidad no estaba cerrada, cualquiera podría abrirla y entrar en el momento en que se quisiera, la cadena era el elemento persuasivo que evitaba que sucediera.

Valeria se quedo de pie brevemente frente a la puerta, parte de ella quería seguir creyendo que todo era pura fantasía, además de una horrible pesadilla, pero el hecho de que el Vagabundo estuviera ahí en esos momentos, luego de que ella encontrara el vestido en el árbol, como si estuviera vigilándola le decía que todo era realidad y que el hombre ese era el responsable de todo eso y ella quería, exigiría una explicación, y la única manera era el entrar a esa obra negra. Así que, quitó la cadena, luego de ver que no había nadie en los alrededores de esa calle vacía, en esa calurosa hora del día, con un cielo azul que no tenía ni una sola nube en los alrededores. Solo un sol radiante e inclemente. Valeria se sacó el sudor, una vez más con los restos del vestido

Entró al lugar.

Se encontró con una serie de cuatro altos muros que tenían una separación de uno, dos, cinco y diez metros entre ellos, así como su altura en proporciones idénticas a la distancia que los separaba, aumentando la distancia entre ellos conforme Valeria los atravesaba. Entre muros encontró una gran cantidad de hierba, roda mundos y matorrales semejantes y un angosto camino entre ellos que los llevaba hacia el interior del terreno y la construcción. La hierba y matorrales le llegaron a rasguñar la piel. Se imaginó que habían sido gatos quienes afilaron las uñas con sus piernas, no era bueno para el negocio mostrar ese tipo de cicatrices. Siguió caminando con ese pensamiento en mente, hasta que llegó al último muro, cuando lo cruzó, se detuvo de pronto, encontrándose una oscuridad casi total. Se sorprendió, no sabía lo que acababa de suceder. Levantó la vista, imaginando que estaba en un lugar cerrado con pocas ventanas. No era así, se encontró con un cielo estrellado, viendo la mayor cantidad de estrellas que había visto en su corta vida, la vía láctea estaba en todo su esplendor y una luna en cuarto creciente, apenas una leve raya, apenas saliendo de la luna nueva.

¿Cómo era eso posible? Si apenas era medio día. Algo no estaba bien,  fueron los pensamientos que cruzaron su mente. Regresó sobre sus pies, volviendo a cruzar el muro, la luz del sol la deslumbró, volvía a ser medio día. No entendía que era lo que estaba sucediendo y no había nadie ni nada que le ayudara a entender y más que asustarla la estaba empezando a molestar.